macrobiótica yingyang

Cuando te hablan de alimentación macrobiótica seguramente pienses en centros de bienestar, esterillas de yoga, salsa de soja y algas nori, pero el origen de esta práctica japonesa es una historia que supera a la mayoría de fantasías de ficción. Vamos allá.

George Ohsawa, Tokio, Japón, año 1905, revolución industrial

Durante la era Meiji, el emperador aplicó unas reformas legales tendentes a equiparar la sociedad japonesa con la europea, tomando como modelo la Prusia liberal de Guillermo II (la actual Alemania para entendernos). Tras casi 40 años de implantación de dicha reforma, el imperio nipón estaba sumido completamente en la revolución industrial destacando como una de las potencias mundiales. Era el fin definitivo de los vestigios de la era Edo, los samuráis, los shogunatos, las castas… Japón se parecía ya más a Europa que a ella misma. La apertura a Occidente determinó que los samuráis se quedaran sin sus privilegios tradicionales.

La familia Ohsawa estaba sumida en un importante cambio de valores. El padre de Nyoiti Sakurazawa (De ahora en adelante George) era un samurái descastado sin empleo que se abandonó a la bebida tras años de buscar, infructuosamente, un lugar en el mundo occidentalizado de la nueva Tokio.

Ante este panorama, la madre de George adaptó el conocimiento que su abuela le había transmitido y encontró un empleo como partera en un hospital de la ciudad. Era la única manera de sacar adelante a sus 4 hijos. Para el padre fue tal la vergüenza que abandonó el hogar familiar cuando George tenía solo 12 años. Era el fin de la violencia doméstica pero el principio de nuevas adversidades.

Totalmente adaptada a un estilo de vida occidental, la madre de George cambió la alimentación doméstica tradicional por la nueva dieta occidental que había aprendido en el hospital: alimentos refinados, fritos, altos niveles de azúcar, carnes procesadas, refrescos… Un cambio tan drástico en la forma de alimentarse puede ser devastador. Pasados unos pocos años de adoptar estos nuevos hábitos culinarios la madre de los Ohsawa murió de tuberculosis. Tenía solo 30 años, pero en esta época aún no había penicilina (se descubrió en 1928). Poco después fueron las dos hermanas de George quienes contrajeron la enfermedad y finalmente el hermano mayor.

Todos fueron víctimas de la tuberculosis. Ohsawa se quedó solo y huérfano con 15 años y tuvo que buscarse la manera de salir adelante por sí mismo y dar sepultura a todos sus hermanos. Las enseñanzas de su padre y su espíritu samurái le dieron la fuerza y la consistencia para encontrar un empleo y no caer en la desesperación.

Desahuciado por la medicina occidental

Año 1909, George empieza a mostrar síntomas de malestar y, tras acudir al centro médico, es diagnosticado con una tuberculosis mortal con 16 años. Incurable según los médicos occidentalizados de la época. Fue totalmente desahuciado por la medicina. Le quedaban unos pocos meses de vida.

Despojado de su trabajo y obligado a abandonar su hogar se encontró viviendo en la calle con lo justo para sobrevivir esos pocos meses que le quedaban de vida. Un día, en una tienda de libros usados, encontró casualmente un libro escrito por el doctor del ejército imperial Sagen Ishizuka, en el que hablaba de cómo curar enfermedades mediante la alimentación. Su contenido abrió una puerta a la esperanza de George, que echó cuentas de lo que le quedaba en el bolsillo y valoró que seguir aquellas dietas era más barato que los cuidados paliativos que estaba comprando para su enfermedad. Se agarró a la lectura y a la dieta como una oportunidad de salir adelante.

El libro de Ishizuka hablaba de una alimentación representada por las fuerzas del ying y el yang, de cómo los correctos balances entre estas dos fuerzas equilibraban los centros energéticos para que el cuerpo tuviera la capacidad de sanarse a sí mismo. George Ohsawa siguió las instrucciones del libro con la dedicación de un Samurái. Adoptó la dieta de arroz integral, algas marinas y verduras con sal. A los tres meses ya se había curado completamente de la tuberculosis.

Tras esta victoria épica contra la muerte, dedicó el resto de su vida a abrir los ojos a sus semejantes para que llevaran una vida más saludable y a que fueran capaces de sanar por sí mismos sus dolencias.

La búsqueda del maestro

Localizó al autor del libro, Sagen Ishizuka, que tenía una escuela de alimentación (la escuela Shoku-yo) y se anotó como alumno para dominar las técnicas. Pronto aprendió las bases de la alimentación tradicional nipona y los valores milenarios culturales del Japón ancestral que se estaban perdiendo en el proceso de occidentalización y que casi había olvidado cuando su madre empezó a traer esta nueva cultura occidental desde su trabajo en el hospital de Tokio.

En pocos años George se convirtió en el mejor alumno de la escuela, desarrollando nuevas técnicas, recetas y estudios que hicieron grande a la institución atrayendo a muchos nuevos adeptos que pudieron comprobar de primera mano el grado de eficacia de esta forma de vida.

A los 30 años, tras la muerte de Ishizuka, George se convirtió en el director de la escuela tras descubrir que su maestro le había dejado la institución en herencia. Pocos años después, en el apogeo de la escuela Shoku-yo, decidió viajar a Occidente, a Francia. Estudió en la Sorbona en un ambiente de intercambio, se licenció en acupuntura y farmacéutica y publicó su primer libro, El principio único. Su popularidad iba en aumento.

Segunda Guerra Mundial, encarcelado y torturado

Como profeta en su tierra volvió a Japón donde ya era una celebridad y escribía columnas de salud en periódicos de importancia nacional. Siguió extendiendo su concepto de alimentación y valores tradicionales a una sociedad cuyo gobierno le interesaba más la occidentalización que la salud, así que pronto se convirtió en un «enemigo del sistema». Esta fricción llegó al punto álgido en 1934, durante la Segunda Guerra Mundial, a la que se opuso firmemente desde su inicio, llegando a escribir en una de sus más famosas columnas que Japón perdería la guerra si entraba en un conflicto bélico total con los Estados Unidos. Las autoridades de la época lo tacharon de traidor, retiraron sus libros del mercado, lo encarcelaron y lo torturaron.

Ohsawa renunció a su cargo en la escuela Shoku-yo para protegerla del cierre. Durante su encarcelamiento el gobierno ideó una estrategia para matarlo y a la vez mancillar su recuerdo y que no se convirtiera en mártir. Le obligaron a seguir una dieta sólo a base de patata en la cárcel para que muriese por desnutrición (la patata no alimenta, no aporta apenas nutrientes, es fécula).

Según dice la leyenda, aplicando un principio ancestral aprendido de su maestro, George masticaba 400 veces cada bocado hasta reproducir junto con la saliva en su boca toda la cadena de nutrientes necesarios para lograr sobrevivir. Tal era su deseo de seguir con sus enseñanzas que aguantó seis meses con esta dieta hasta que finalmente las autoridades se dejaron convencer por el clamor popular y le dieron la carta de libertad.

Occidentalízate para orientalizar

Tras su paso por prisión y viendo la tendencia de todo el país hacia asimilar la cultura europea decidió dar un giro a la imagen de su disciplina y enfocar la medicina Shoku-yo hacia Occidente. Inspirado en un libro de Cristóbal G. Huffeland, de 1839; La Macrobiótica o El Arte De Prolongar La Vida Del Hombre decidió adoptar el nombre y la inspiración del término como suyos para su escuela (del griego macro-bios; grande-vida) a modo de traducción del término japonés Shoku-yo. Podríamos decir que se occidentalizó para poder orientalizar a los demás. Si no puedes con ellos únete a ellos.

George Ohsawa El Principio único

Fundó la primera escuela de macrobiótica de Tokio. Pretendía que su escuela rompiera todas las barreras y se conociese en todo Japón y en todo el mundo. Algo harto complicado en un momento en el que el gobierno japonés no dejaba salir del país a sus habitantes. Aunque claro, a estas alturas ya te habrás dado cuenta de que a George Ohsawa no hay quien le pare.

Algunos de sus mejores alumnos consiguieron escapar de las garras del gobierno nipón y establecer escuelas internacionales de macrobiótica en Estados Unidos, Francia o Bélgica mientras que en Japón su instituto de macrobiótica se volvió más popular con los años. Su concepto de filosofía basado en el ying y el yang sobrepasó los límites de la cocina para establecerse en todos los ámbitos de la vida; costumbres, horarios, entornos, rutinas… Todo era importante a la hora de buscar el equilibrio que permitiera alcanzar la salud a sus pacientes y alumnos.

El primer Coach Nutricional de la era contemporánea

Escribió centenares de libros y ensayos sobre recetas, alimentación, medicina… Incluso un manual sobre Judo que tuvo muy buena acogida.

En los años 50 se dedicó a viajar fuera de Japón, visitando varias veces su amada Francia y otros países europeos como Italia o Alemania así como Estados Unidos o Canadá en América. Durante estos largos periplos dio charlas, cursos, seminarios… Y también fundó centros, escuelas, afamados restaurantes... Hoy en día hay miles de cocinas importantes que siguen su legado de macrobiótica. Algunos de sus alumnos fueron reputados chefs como el caso de Rene Levy en París con la escuela macrobiótica Cuisine et santé.

Decían de él que era un profesor Zen en el sentido más estricto del término, se pasaba las clases preguntando profundas cuestiones a sus alumnos para que sacasen sus propias conclusiones, era severo, poco académico y para nada convencional. Los que le conocieron decían que en sus charlas era capaz de mostrarse muy duro consigo mismo y a la vez capaz de desarrollar un sentido del humor que hacía romper los esquemas a todos los asistentes. Me atrevería a decir por estas formas que fue el primer Coach Nutricional de la historia.

Fue el primero en clasificar los alimentos en Ying o Yang, lo que hoy en día se conoce como la tabla de alcalinidad y sus teorías han dado pie a movimientos como la dieta disociada, los estudios sobre el pH en sangre y su influencia sobre el cáncer en la sociedad moderna. La mayoría de técnicas de sanación basadas en alimentación que se usan en la actualidad, incluida la ancestral Ayurveda de La India comparten muchos de sus conceptos y principios. 

Promovió una alimentación libre, distinta para cada individuo, sin generalizar, y una forma de vida que bien se podría definir en alguna de sus más míticas frases: «Confiad sólo en vosotros mismos, en vuestro juicio supremo, seguid vuestro propio camino. No os fieis de ningún Maestro. Escuchad, practicad, constatad y comprended por vosotros mismos. ¡Sed libres!»

Su vida fue toda una inspiración para mucha gente que sigue sus estudios y filosofías a día de hoy, así que ya sabes, cuando veas un centro macrobiótico y pienses en modernidad, esterillas de yoga, platos e ingredientes impronunciables de nueva era y un montón de hashtags en vinilo adornando las paredes acompañadas de símbolos del ying y el yang, piensa también en el pequeño Samurái que venció a la muerte leyendo un libro usado de alimentación a principios del siglo XX. Si hubiera tenido aquel conocimiento unos años antes habría podido salvar a su madre y sus hermanos. Hoy en día tenemos la suerte de tener su legado a nuestra disposición. ¡Gracias, George Ohsawa!

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Coach Marco Fernández