Sobre mí, los perros y el coaching
Hace unos años trabajaba con perros como psicólogo canino.
Las personas que me contrataban pensaban que les ayudaba cambiando a sus perros para hacerlas más felices, pero era justo al revés.
Lo que yo hacía era cambiar a las personas para hacer más felices a los perros.
Decirle a una persona dónde falla y qué cosas debería cambiar no es buena idea.
Su mente automáticamente se defiende, se justifica, se excusa… Mira para otro lado no vaya a ser que se le juzgue o se le puntúe, o se le etiquete o se le rompa un esquema de sí mismo.
Ey! Pero si le dices que tiene que cambiar algo por el bien de su perro la cosa cambia totalmente…
No es él, es su perro, es algo temporal…
Aprende a relajarse caminando por el bien de su perro, realiza una serie de rutinas por el bien de su perro, sale a tomar aire fresco, aprende a escuchar y a observar por el bien de su perro…
No hay juicios internos ¡Pobre animal! ¿Qué sería sin nosotros?
Durante las clases de adiestramiento dedicaba media hora a enseñar a las personas ejercicios para hacer con sus perros y el resto de la sesión era para dudas y preguntas que pudieran tener sobre alimentación, hábitos… Saber qué cosas hacían bien con el perro y cuáles debían mejorar.
Pero 9 de cada 10, no exagero, 9 de cada 10 usaban esa parte de la sesión para contarme problemas personales y preguntarme cómo los podían resolver. Nada que ver con el perro por el que estaban dispuestos a hacer cualquier cosa.
Lo curioso es que funcionaba.
Me venían y me decían:
—Marco, tío, resolví el problema con mi jefe y ya voy tranquilo a trabajar.
—Marco, que sepas que mi marido y yo volvemos a estar casi como cuando recién casados.
—Oye Marco, me lancé a hacer aquel curso que no me atrevía y además he hecho un montón de nuevos amigos.
—Marco vas a flipar…. Aquel dolor que tenía de hace años… Seguí tu consejo y se me curó. Por cierto...además el perro está que se sale y estamos muy felices en casa.
Un día recibí una llamada de una chica que lo cambió todo.
Fue más o menos así
—¿Eres Marco? Me llamo Lidia. Me dio tu número Verónica, la de los caniches... Era para saber si tendrías un hueco para ayudarme.
—Claro… ¿Qué perro tienes?¿Qué necesitas?
—No tengo perro, pero no llego bien a fin de mes pese a cobrar un buen sueldo y sólo se me acercan hombres que no me convienen. No sé muy bien qué, ni cómo, pero algo tengo que cambiar porque esta no es la vida que quiero tener.
En pocos meses Lidia había cambiado su imagen mental.
Tenía un novio maravilloso, le sobraba el dinero y empezaba a disfrutar de la vida que llevaba tiempo soñando con tener.
Hoy en día es una de mis mejores amigas y aún sigue acudiendo a mí cuando lo necesita. No se cansa de mejorar en todos los aspectos de su vida porque ha aprendido a valorarla y se lo está pasando mejor de lo que jamás pudo imaginar.
Yo por mi parte estudié para Coach, amplié mi formación en varias áreas y lo hice oficial. Dejé de visitar a perros y me centré totalmente en las personas.
Desde entonces he ayudado a mucha gente como Lidia a mejorar sus vidas y a superar todos sus límites.
Hacer felices a quienes me piden ayuda se ha convertido en mi forma de vivir.
Llevo toda la vida preparándome para ser Coach y me he formado física, mental y emocionalmente buscando la excelencia a través de todos los medios que estuvieran a mi alcance:
Periodismo, psicología, filosofía, nutrición... y después Reiki, meditación, ayurveda, macrobiótica... Incluso practico Crossfit para estar fuerte como el vinagre.
La idea es tener mucho de los dos mundos para usar las herramientas que más se adaptan al ritmo de vida de mis clientes.
Mis sesiones de coaching son personalizadas, no hay dos iguales como no hay dos personas iguales, dos equipos iguales, dos parejas iguales o dos empresas iguales.
Quien use el mismo método para todos sus clientes te está tomando el pelo y haciéndote perder tiempo y dinero.
Yo voy al grano, preparo algo especial para ti, te atiendo de forma única y procuro que consigas tus objetivos lo antes posible, si es en una sesión mejor que en dos.