Chica guapa tumbada sensual

Hay un dicho muy famoso que es más o menos así:

«La necesidad mueve montañas...»

¡Espera! No.

¿Era la fe?

Entonces…

«La necesidad agudiza el ingenio»

Sí, creo que sí.

Bueno, es igual, porque lo que yo quiero expresar es que hay un sentimiento que nos mueve mucho más que la fe o la necesidad.

Nos mueve más que una canción de Quevedo o de Shakira.

Y cuál es ese sentimiento que nos motiva de esa manera?

El DESEO!!

 

Yo no sé vosotros pero yo cuando estaba en la Universidad solo pensaba en una cosa:

LIGAR.

Era un tiempo de revolución hormonal, grandes descubrimientos…

Y una habitación propia sin padres o tutores espiando.

En los primeros 3 meses adelgacé 17 kilos.

No sé si para verme más guapo y llamar la atención o simplemente de tantos esfuerzos para conquistar al mayor número de chavalas que me olvidaba hasta de comer.

Creo que un poco de las dos cosas.

La cuestión es que gasté más energía en esa época que un Jumbo cargado despegando.

Me movía el deseo y con él era capaz de cualquier cosa…

Desde las más ridículas hasta las más sublimes.

Pero cada cual conoce sus objetos de deseo.

Ronan Byrne; un estudiante de ingeniería de Dublín estaba enganchado a sus series favoritas.

Le encantaba maratonear.

Era el Fermín Cacho o el Mo Farah de las series.

Pero estaba cogiendo sobrepeso y era incapaz de hacer ejercicio.

Un día enganchó su bicicleta estática al PC y a la tele…

Creó un programa que le permitía ver Netflix solo cuando pedaleaba a un mínimo de velocidad.

Y cuando paraba de pedalear…

Sus series entraban en pausa.

Su deseo de seguir viendo el programa le hacía seguir con el deporte.

Fue la única manera en la que consiguió bajar de peso.

Llegó un momento en que no concebía ver sus series sin pedalear.

Incluso asoció el placer de disfrutar su entretenimiento con hacer ejercicio.

Convirtió la necesidad en deseo.

 

Te voy a contar un secreto.

Yo también me doy recompensas.

Compro unos helados de proteínas en el LIDL con sabor a Oreo.

Son bajos en azúcar y todo lo que quieras…

Pero están buenísimos.

Eso sí. Solo los tomo cuando entreno.

Cuando termino las sesiones digo:

«Me he ganado el helado»

Si no hay entreno fuerte no hay helado.

Hay veces que llega la noche y paso de tomármelo...

Pero el deseo de tenerlo disponible me motiva para entrenar.

Otra cosa que hago es tomarme un batido las mañanas que decido hacer ejercicio. Me tomo uno sabor a Chips Ahoy.

Cuando ya me lo he tomado no hay vuelta atrás.

No podría desperdiciarlo, así que me veo obligado a entrenar.

Se podría decir que mi deseo me empuja y tira de mí.

Yo solo soy una marioneta. Como Rockefeller.

Cuando me doy cuenta ya estoy en la cinta de correr pensando en mi helado nocturno.

Como puedes ver en estos ejemplos hay un truco para casi todo.

Cambiar la percepción de las cosas que necesitamos hacer es la clave para mantenerlas en el tiempo y hacer que resulten placenteras.

Y no hay mejor compañero que el deseo.

Ni necesidad, ni fe y, por supuesto, la fuerza de voluntad bien lejos. Vade retro!

A mí que me den helados sabor Oreo, sexo adolescente o una nueva peli de Guardianes de la Galaxia…

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Coach Marco Fernández