Voy a ahorraros horas de lectura e investigación haciendo un resumen fácil de lo que viene significando neuroplasticidad y la utilidad que tiene para nosotros en el día a día.
Muchos envidian la capacidad de éxito de Elon Musk, su fortuna y su “suerte” en los negocios. Pero muy pocos se fijan en su inteligencia, su tenacidad y su visión de futuro. Del mismo modo, muy pocos estarían dispuestos a trabajarse a sí mismos en la manera en la que él lo hace.
Cuando hablamos de neuroplasticidad a menudo recurrimos a complicados términos fisiológicos como acción ionotrópica, potencial postsináptico, sensibilización sináptica... Y toda una retahíla de palabros de complicada absorción que parecen alejar al lector de una sencilla comprensión del término. Como prueba os invito a que echéis un ojo a la definición en la Wikipedia y que después hagáis un resumen que todos podamos entender. Complicado.
Como bien os prometí en el spoiler que sirve de entrada a este texto, aquí va un resumen fácil de lo que viene significando neuroplasticidad y la utilidad que tiene para nosotros en el día a día:
Básicamente quiere decir que las neuronas son capaces de reproducirse, reinventarse y especializarse en la medida en que nosotros podamos creer en ellas y en nuestra propia capacidad para superar nuestros límites intelectuales.
Con esto quiero decir que si tenemos fe en nuestra capacidad intelectual podemos alcanzar cualquier meta que nos pongamos en cualquier materia; que si alimentamos a nuestras neuronas con la madera adecuada (lectura, prácticas de memoria, creatividad, meditación, música, matemáticas...) ellas mismas aumentarán en número y capacidad para que podamos albergar cualquier necesidad intelectual que podamos tener. Somos genios en potencia, tan solo necesitamos creer en nosotros mismos y poner los medios necesarios para alcanzar ese potencial.
Voy a poner el ejemplo de un personaje de moda; Elon Musk.
El otro día en una conversación de parque hablaba sobre los logros de Musk en los campos de la energía sostenible y la ingeniería aeroespacial cuando uno de mis alumnos me dijo:
—Ya, pero no todo el mundo tiene el dinero que tiene Elon Musk”.— Cierto. Pero debemos recordar que Elon Musk aún viniendo de una familia acomodada no era rico. Se volvió rico vendiendo su empresa X.com, la ahora conocida como Paypal a Ebay por 1.500 millones, de lo cuales ganó 300. Para ello tuvo que aprender programación, finanzas, códigos bancarios e invertir miles de horas en un proyecto en el que nadie creía excepto él, que entendía que el dinero no era más que una sucesión de eventos digitales y no tenía valor por sí mismo. Además esos 300 millones los destinó a crear una empresa aeroespacial; SpaceX, en una industria donde 300 millones de dólares son calderilla.
—Ya, pero no todo el mundo tiene la capacidad de Elon Musk, el tipo es un genio— me dijeron después. Cierto. Pero no siempre fue así. Sus notas de instituto en Sudáfrica (de donde es originario) eran promedio, y ya después en la universidad nunca destacó. Sólo destacaba en las asignaturas que a él le interesaban, en las otras fue aprobando malamente. Ninguno de sus profesores daba un dólar por él. Su coeficiente intelectual estaba en la media.
—¿Entonces cómo un tipo del montón pudo lanzar cohetes de bajo coste al espacio y revolucionar la industria del automóvil y las energías renovables?— me preguntaron. Pues con tenacidad, con fe y con un objetivo en mente más grande que él mismo. Sin mirar atrás y poniendo toda su fuerza de voluntad en sus ideas. Un ejemplo que ilustra esto:
Cuando estaba en SpaceX, Musk contrataba a cada uno de sus empleados personalmente. Ingenieros con alta experiencia en aeronáutica, sobre todo. Cuando llegaban a la fábrica les hacía preguntas sobre sus áreas hasta exprimirlos. Los propios ingenieros enseguida se daban cuenta de que el tipo entendía del tema incluso más que ellos.
Palabras textuales de Kevin Brogan, ingeniero de SpaceX al poco de empezar a trabajar para Musk:
“Al principio creía que me estaba poniendo a prueba para ver si dominaba mi terreno. Entonces me di cuenta de que estaba intentando aprender cosas. Te hacía preguntas hasta que se empapaba del 90% de lo que tú sabías”.
Y eso hacía uno tras otro con todos los genios que iba contratando. Dedicaba cada minuto de su tiempo a absorber conocimiento y aumentar su capacidad en el área de la ingeniería aeroespacial. Eso mismo hizo cuando era programador en X.com y cuando desarrolló las tecnologías de Tesla. No lo hacía por ego, lo hacía por necesidad. Sus aspiraciones eran tan altas (dominar el espacio, colonizar marte, liberar la atmósfera de combustibles fósiles, crear un nuevo tipo de economía...) que una vez que se veía metido en los proyectos o se ponía las pilas o se iba a la ruina, como estuvo a punto de pasarle tantas y tantas veces.
Su fe en sus propias capacidades y sus metas aparentemente imposibles convirtieron a sus neuronas en “monstruos de la naturaleza” capaces de entender, desarrollar y albergar todo tipo de conocimientos. Rompió sus límites una y otra vez y fue capaz de inspirar a sus empleados para alcanzar cotas nunca antes soñadas por ellos mismos, hasta que también se contagiaron de su forma de entender la vida y también desecharon la palabra imposible.
Muchos envidian la fortuna de Musk, su suerte en los negocios, su capacidad intelectual... Pero muy pocos son capaces de seguir su ejemplo y aprender de sus virtudes, romper sus límites y desarrollar todo el potencial infinito que tienen nuestros cerebros.
Ten fe. Repítete a ti mismo que eres inteligente. Pon a prueba tus límites intelectuales y verás que tu cuerpo prepara a tus neuronas para la batalla y empieza a reclutar nuevos soldados a millones. Eso es neuroplasticidad.