Lucía sufre cada vez que tiene ver a su suegra, dice que la hace sentir inferior, que se aprovecha de su vínculo con su marido para hacerle chantaje emocional y que saca lo peor de sí misma. Veamos cómo ha solucionado su problema a través de una sesión conmigo de coaching.
Antes de empezar con la terapia explicaré que el cerebro humano es dual, que los relatos lógicos del razonamiento con palabras (el pensamiento clásico que todos realizamos acerca de algo) son como una carretera secundaria, mientras que las imágenes generadas en nuestra mente a través de la imaginación son como autopistas.
Pensar por medio de visualizaciones nos cambia la perspectiva y nos abre nuevas posibilidades de pensamiento, nuevas opciones para resolver nuestros conflictos que además quedan grabadas de forma más inmediata y duradera en nuestra mente en forma de soluciones. Encontraremos nuevos caminos más rápidos y más seguros para llegar a nuestro destino.
Las posiciones perceptivas. Un juego de rol en el que adoptaremos tres papeles
En este ejercicio de PNL vamos a trabajar en las visualizaciones. Nos pondremos en la «piel del otro» a través de diferentes perspectivas y observaremos cómo nuestro discurso interno va cambiando de forma natural. A través del ejemplo de Lucía y Marta, su suegra, veremos cómo se trabaja la gestión de un conflicto externo a través de lo que en coaching llamamos «Las posiciones perceptivas»
—Mi suegra me tiene negra. Últimamente me veo obligada a pasar mucho tiempo con ella en casa desde que se separó de su marido. No hace más que menospreciar todo lo que hago, me siento pequeña, como si no fuera lo bastante buena para su hijo. Siempre está soltando sarcasmos sobre mi forma de cocinar, mi ropa, las cosas que me gustan… Cada vez me siento peor y a veces me dan ganas de gritarle, pero por respeto a Héctor me lo guardo.
—Muy bien Lucía, es normal, no te preocupes, es bueno que asumas tus emociones y las expreses de un modo tan gráfico, vamos a realizar un pequeño ejercicio de visualización que nos ayudará a situarnos con respecto a lo que sientes hacia tu suegra. Va a ser como un juego de rol en el que adoptaremos 3 posiciones:
Cuando estés sentada en el lado izquierdo del sofá, donde estás ahora, serás tú misma e interpretarás tu propio papel durante el conflicto. Cuando estés en el lado derecho interpretarás el papel de tu suegra; procura no hacer demasiados sarcasmos sobre mi método de coaching, se trata de ayudarte a ti, no de hundirme a mí— (risas de Lucía, vamos relajando la situación y haciéndola más apetecible). —Vamos a habilitar este sillón para que cuando estés en él te conviertas en una espectadora neutral, que pueda observar desde fuera a Lucía y a su suegra sin que te salpique la sangre (risas otra vez) ¿Te parece bien?
—Me parece bien, puede ser divertido
—Y por si fuera poco y solo por ser tú, por esta vez voy a dejar que te sientes en mi asiento de coach para que lo uses como intercambiador entre posiciones y además puedas sentir la energía del mago cuando te sientes en él. Mira por donde además de gestionar un conflicto harás algo de ejercicio—
A estas alturas Lucía se encuentra relajada y motivada para hacer el ejercicio. Es importante que lo esté pasando bien y entienda bien las pautas, se muestre receptiva y esté alejada de las emociones negativas.
—Muy bien Lucia, quiero que te sientes en mi asiento del mago y que visualices la situación de conflicto en el sofá. Descríbela brevemente, de forma analítica, como si fueras un narrador deportivo. Imagina que eres una persona que no conoce a Lucía ni a su suegra.
—Vale, estupendo. Pues ahora puedo ver a mi suegra. Está leyendo una novela en su lado del sofá mientras yo acabo de llegar, me quito los zapatos y cojo el móvil para responder a los mensajes acumulados. Puedo verme desde aquí, me veo cansada y también se me nota en la cara que no me apetece estar con mi suegra. Ella hace como que lee pero en realidad por la cara que pone me está juzgando por llegar a casa y sentarme.
—Perfecto Lucía, ahora quiero que vayas y ocupes tu lugar en el sofá, quítate si quieres los zapatos para hacerlo más real. Háblame en presente. Cuéntame qué haces, qué ves, qué oyes…
—Veo a mi suegra delante de mí, me mira con mala cara como si me olieran mal los pies y le estuviese molestando el olor, está a punto de soltar algún comentario ofensivo pero se corta y vuelve a mirar al libro como disimulando—
En ese momento observo una emoción negativa a punto de invadir a Lucía y sacarla del estado de relajación, por lo que la hago consciente de dicha sensación. —¿Cómo te sientes? Describe la emoción que te viene.
—Me siento mal, como si fuera más pequeña, como si no estuviese en mi propia casa, todo se vuelve más oscuro, no siento la sensación de confort que tenía cuando me quité los zapatos.
—Ok Lucía, quiero que cierres los ojos y te imagines la escena poco a poco con más luz, como si fuera una foto y le subieras el brillo, hazlo a tu ritmo… ¿Mejor?
—Sí, mucho mejor, parece que tengo más sensación de calidez al darle luz a la escena.
—Bien, ahora quiero que vayas al sillón del observador neutral y veas la escena tal y como la hemos dejado antes. ¿Te sigues viendo pequeña?
—Sí, la escena tiene más luz pero sigo viendo a Marta (la suegra) en tamaño normal y a mí me veo pequeñita desde fuera, y mi posición corporal parece como encogida.
—Bien, cierra los ojos por un momento y empieza a imaginar a Marta como si se fuera haciendo cada vez más grande, más y más grande hasta que la cabeza le toca con el techo de la habitación— aquí observo que Lucia vuelve a sonreír imaginando algo tan absurdo como a su suegra gigante en el sofá de la consulta del coach.—Abre los ojos y ahora me gustaría que te situaras en la posición que ocupa tu suegra en la escena que estamos visualizando.
—¿Pero está gigante y yo encogida?
—No, jajaja, vamos a resetear la escena y volvernos al principio a ver qué nos dice Marta. Recuerda tratar de imaginarte como si fueras ella. Toma incluso este libro para hacerlo más real ¿Estás preparada?
—Sí, lista, creo que sí.
—¿Qué ves? ¿Qué oyes? ¿Qué piensas?
—Veo a Marta, que llega a casa y me saluda de forma muy fría, tira sus zapatos delante de mí de cualquier manera y me ignora mirando a su móvil.
—¿Y cómo te sientes respecto a eso?
—Me siento como si no me quisieran aquí. Intento hacerme grande en el sofá pero tengo la sensación de que soy invisible para Marta. Trato de decir alguna broma pero siento que voy meter la pata como tantas otras veces y me corto, vuelvo al libro y trato de pensar en mis cosas.
—¿Cómo crees que saldrá si dejas salir eso que quieres decir?
—Seguramente diré algo que no debo, meteré la pata y Lucía se enfadará, así que mejor no digo nada. Aunque ella debería ser un poco más cariñosa y acogedora; me acabo de separar y estoy en una casa que no es la mía.— Aquí voy notando que una emoción negativa se apodera de Lucía; la pena. —¿Cómo te sientes?—
—Me siento triste, intento pasar desapercibida pero sé que haga lo que haga me están juzgando, echo mucho de menos estar en mi casa, con mi marido, echo de menos que las cosas no sean como antes, me está costando adaptarme a los cambios y para protegerme estoy levantando un muro de indiferencia y sarcasmos. No quiero sufrir ni sentir que me abandonan.
—¿Cómo te ves respecto a tu nuera?
—Me veo lejos, como si el sofá fuera más grande y cada vez estuviéramos más separadas.
—Muy bien Lucía, es suficiente, muchas gracias. Me gustaría ahora que te sentases de nuevo en el asiento del mago en donde vas a sentir otra vez la energía positiva del coach y me contases qué has aprendido de esta nueva perspectiva.
—Caray, pues, he entendido que Marta no quiere hacerme daño, que es tan «metepatas» como yo y que los sarcasmos son su forma de defenderse y que también siente y padece pese a ser mucho mayor que yo. He experimentado su tristeza y creo que entiendo un poco mejor lo que está viviendo en nuestra casa.
—No te preocupes, recuerda que esa tristeza no es la tuya y esa distancia o ese muro son construcciones de Marta que ni siquiera son reales. Me gustaría que te ubicases en el sillón del espectador neutral y me dijeras lo que ves cuando observas la escena. Descríbela como si no supieras de qué va todo esto, como si no supieras quienes son ¿será posible?
—Voy a intentarlo, sí. Pues desde aquí veo a dos mujeres. Las dos están en extremos opuestos del sofá, tratando de mantenerse alejadas. La chica joven se saca los zapatos y los tira hacia el lado de la mujer madura como tratando de provocar alguna reacción. La mujer se da cuenta y parece que va a decirle algo o echarle en cara algo pero al final no lo hace y decide ignorarla pero de forma airada, como queriendo que la joven note su malestar. Su posición corporal cambia, la mujer mayor se aleja más aún y la chica joven se encoge. Las dos parecen apenarse por la situación.
La chica joven coge el móvil y parece entretenerse y abstraerse un poco pero la señora, pese a que mira hacia el libro, no parece estar para nada inmersa en la lectura. Se nota tensión en el ambiente.
Las dos se lanzan miradas de vez en cuando, como intentando contactar, pero sus miradas no coinciden y la situación no cambia. La mujer mayor suspira con pesar, la chica joven parece que se irrita cuando esto sucede.
—Muchas gracias Lucía, lo has hecho de maravilla ¿Cómo te has sentido?
—La verdad es que muy bien, viéndolo y describiéndolo desde fuera como una persona ajena al conflicto he podido ver nuestras reacciones sin experimentarlas y ha sido mucho más fácil entender lo que estaba pasando sin hacer juicios. Ha sido muy liberador.
—¿Qué información has obtenido de este proceso?
—Me he dado cuenta de que de vez en cuando soy yo la que provoca el roce, lo cual no dice mucho en mi favor a veces. También he visto que Marta se protege, que está susceptible por causa de la separación y que se siente como una molestia en casa conmigo.
Es posible que cuando me suelta sus sarcasmos esté tratando de compensar algo. Se siente invisible y haciéndome de menos se siente más grande y compensa su complejo de inferioridad. Es probable que empequeñeciéndome ella note que gana su espacio ante su hijo. No es muy sano pero explicaría muchas cosas, la verdad— En este punto de clarividencia lanzo a Lucía preguntas que sirvan de repaso por todas las situaciones y perspectivas que ha estado experimentando:
—Me gustaría que volvieses al lugar de tu suegra en el sofá ¿Cómo se siente Marta?¿Qué has aprendido de estar en su lugar? Explícamelo como si Marta fuera una amiga tuya en vez de tu suegra, imagínatela con 20 años menos (risas).
—Marta quiere un lugar en nuestra casa, que la respeten y sobre todo que la valoren. Quiere la atención de Héctor pero también quiere la mía. Es consciente de que mete mucho la pata y eso la hace crear barreras que la impiden ser ella misma. Creo que se bloquea mucho y los sarcasmos la hacen salir de esa parálisis.
—¿Cómo ves esa situación ahora?
—Creo que podría intentar ser más cariñosa y acogedora con ella. Cuando me suelte algún sarcasmo entenderé que se está defendiendo de algo. Es posible que yo haya provocado algún roce sin pensar para hacerla reaccionar. Trataré de examinar mis acciones y ser consciente de cómo digo y hago las cosas. Sí que es verdad que siento que tengo menos intimidad con Héctor, pero también es cierto que Marta se esfuerza por no molestar.
—Me gustaría que volvieras a tu lado del sofá… ¿Cómo te sientes ahora?
—Me siento esperanzada. Tengo la sensación de que las cosas pueden mejorar. Ya no veo a mi suegra como alguien que busca herirme constantemente si no como una persona que está buscando su lugar.
—¿Te sigues viendo pequeña?
—Curiosamente ahora la que es pequeña es Marta, pero creo que puedo visualizar la escena con más equilibrio de cara al futuro y vernos a las dos del mismo tamaño.
—Espero que cuando sea así no estéis las dos tocando con la cabeza en el techo de mi consulta, el sofá es bueno pero no sé si aguantará tanto peso.
—No, jajaja, pienso que estaremos en un tamaño que podrá soportar tu sofá.
—¿Qué vas a hacer cuando Marta te lance un sarcasmo o te desacredite?
—Bueno, intentaré que no suceda siendo un poco más amable y haciéndola partícipe de las tareas de la casa y mis sentimientos. Cuando ocurra analizaré mis actos y tendré paciencia. Al fin y al cabo también viene de una separación y está en un momento distinto; tendrá que adaptarse. Lo bueno es que ya no veré sus «ataques» como algo personal.
—Cuando eso ocurra siempre puedes imaginarte que crece y crece hasta que revienta el techo de vuestro piso, eso será infalible.
—Sí, jajaja, igual acabamos riéndonos las dos del asunto. Muchas gracias
Al cabo de un tiempo Lucía volvió a contarme sus evoluciones. Los sarcasmos y las actitudes de chantaje de Marta seguían ahí, pero al entender de dónde venían ya no eran tomados como algo personal hacia Lucía.
El peso emocional y el dolor que le causaban se aliviaron totalmente. Con el tiempo, Marta dejó de tener miedo a meter la pata al ver que Lucía se mostraba más relajada y fue acercándose más a ella y rebajando su barrera emocional. Tras un tiempo de ver la madurez de Lucía, Marta fue cambiando sus sarcasmos por alabanzas y buscando otros objetivos para sus burlas y chantajes (hay cosas que no cambian).
La convivencia mejoró en líneas generales. Marta empezó a buscar su propio apartamento y retomó sus viejas amistades, encontró su lugar en el mundo y Lucía se volvió emocionalmente más segura. A través de la autocrítica y el análisis frío de las situaciones cotidianas se volvió mucho más madura y feliz. Hoy en día su estabilidad no depende de factores externos y aprendió a gestionar sus emociones a través de nuevas herramientas que le siguen siendo útiles.
Tres herramientas que le sirven en el día a día son las siguientes:
- imaginarse a la gente gigante hasta un punto cómico
- dar luz a las escenas en las que se siente perdida, triste o cuando lo ve todo negro
- y la última imaginarse a sí misma como una narradora deportiva con cascos y micro analizando la situación que le toca vivir desde una perspectiva totalmente ajena
Como podéis ver la clave es salir del punto de vista que nos ancla, eso nos ayuda a visualizar nuevas opciones. Al visualizar y tener que usar la imaginación el cerebro está usando vías de pensamiento diferentes a las habituales. Esas vías son anchas como autopistas y transitar por ellas nos ayuda a llegar antes a nuestros objetivos y tener más claras nuestras metas. No podemos dominar los factores externos pero sí podemos alterar los pensamientos internos, cambiar algo en nosotros y ver qué ocurre cuando hacemos algo distinto.
Un coach facilita esta labor proponiendo ejercicios de visualización divertidos (entre otras muchas cosas) que nos hacen descubrir cosas nuevas por nosotros mismos. Si quieres experimentarlo sólo tienes que contactar y concertar tu primera sesión. No pongas límites a tus capacidades.